"Andrea"

Si, ese es mi nombre. Toda la vida me he llamado igual. 


Cuando pequeña siempre dude en si era o no un nombre de mujer, pues no conocía a ninguna otra Andrea. Debo admitir que no me gustaba (prefería Cristina), pero nada había que hacer.

A medida que los años pasaron me di cuenta de que tampoco me gustaba su diminutivo, encontraba tan hipócrita el tono con que lo decían... pero otras voces hicieron cambiar mi percepción y en la actualidad ya no lo siento igual.

Siempre me he sentido rara cuando me llaman por mi nombre, prefiero que me digan "puchiko-chan", "buh", "nea", "andy", "seño Andrea", "Tía Andrea", "Oye"... Un Andrea a secas me hace voltear la cabeza y sentir que le hablan a otra que no soy yo. Es un llamado frío, lejano, ajeno e incoloro. 

¡Es tan extraño!

En tantos años ya debería haberme acostumbrado, pero no lo logro.

Incluso al presentarme a gente nueva me pregunto si les estoy diciendo mi nombre real, lo dudo, pienso y digo "Andrea".