17/7/12

Manda (Domingo 15/07/2012)

Hace unos días mi mamá me comentó que este fin de semana irían con mi papá a Reñaca a pagar una manda y me pregunto si que quería ir, respondí que sí, se alegró y me dijo que eso era muy bueno pues la manda fue hecha para que todo saliera bien con mi practica profesional y el examen de titulación. Fue algo tierno de su parte, los dos estaban muy preocupados y posiblemente aún más nerviosos de lo que estaba yo.

Hoy partimos luego del medio día, los tres subidos en la camioneta y mi papá diciéndome que manejara. Siempre me pone nerviosa hacerlo y suelo negarme, pero hoy me convenció. Cambiamos de asiento a afueras de la ciudad y cuando me ubiqué frente al volante recordé que en el camino hay una cuesta terrible. Terror a mi mente, pero ya no podía hechar pie atras, asi que puse primera y partí. No conocía bien el camino y sinceramente no manejo muy bien, asi que le pedi encarecidamente a mi papá que se sentara como copiloto. Realmente, hubo que rogarlo... Por el bien de los tres así lo hizo. Las curvas eran terribles y el paisaje hermoso. Mientras íbamos en subida el desafío de manejar la camioneta no fue tan terrible, pero al momento de descender... ¡valgame Dios! me comió una curva, como dirían algunos. En un par de segundos me vi con un precipicio a dos metros más adelante, un par de camionetas frenando bruscamente a mi lado (y que vale decir venían en sentido contrario) y a mi papá diciéndome "¡FRENA!", por suerte así lo hice. El no saber cómo tomar una curva tan cerrada que además tiene una fuerte pendiente (en este caso descendiente) y la tierra y piedrecillas que habían sueltas en ese preciso lugar del camino me hicieron perder el control y temblar.  Quedamos atravesados al medio del camino. Nada que decir de las chuchadas que me echaron los "señores" que manejaban las camionetas. De seguro se fueron diciendo "mujer tenía que ser". Lo lamento género femenino, nunca ha sido mi intención dejarlas mal paradas. Para mi sorpresa mi papá no se molesto ni me reto horriblemente, todo lo contrario, me dijo que tuviera seguridad, que ya había pasado, que tengo que mirar lo más lejos que pueda en los caminos para ver si vienen curvas o si hay tierra, pues me hará resbalar. Después de este traumático episodio el resto del camino fue nervioso, lento y precavido. 


Sinceramente, lo único que atiné a decirle a mi papá fue que esta si que había sido paga. Con todo el estrés, el susto que se llevó y lo lenteja que soy manejando ya tenía más que pagada la manda. 


Pasada la cuesta cambiamos de asiento y pase a ser el copiloto. Mi mamá, que decía que le gustaba el paisaje y que no quería dormir, se acostó en al asiento trasero y durmió como un bebe desde que mi papá tomó el volante.  Llegamos bien a ver a San Expedito.  Agradecí por la vida, por las oportunidades de aprender y por los lindos papis que tengo. ¡Ah! y, obviamente, por lo bien que termine mi carrera de pedagogía. 



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